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El Ministerio del Tiempo

Necesitamos organismos que ubicados en el presente, puedan analizar y medir el impacto de las decisiones en el futuro, que superan el sesgo del aquí y ahora en el que estamos inmersos y que no solo imaginen el futuro, si no que también lo diseñen.

Seguro que recuerdan el Ministerio del Tiempo, una las series más exitosas de la producción española de los últimos años, en ella, el Ministerio que da nombre a la serie, es una institución gubernamental autónoma y secreta que depende directamente de Presidencia de Gobierno y cuyo objetivo es detectar e impedir que cualquier intruso del pasado llegue a nuestro presente -o viceversa- con el fin de utilizar la Historia para su beneficio. Hasta aquí la reseña de la que ha sido una de las series más innovadoras por su apuesta por mezclar lo fantástico con lo histórico y por presentar a una institución pública española que funciona con integridad y rigor, y esto último es importante. 

En un contexto actual de falta de proyección a futuro, provocado por la inercia de muchos políticos de buscar soluciones rápidas, de no ver más allá de las próximas elecciones, de la próxima encuesta o del último tuit, un Ministerio del Tiempo que mira al pasado para que no contamine el futuro, podría ser planteado a la inversa, como un Ministerio del Tiempo que con mirada de largo alcance imagina el futuro y que asegura que los organismos públicos toman decisiones con integridad, rigor y con perspectiva de largo alcance. Enfrentaríamos así uno de los retos de las democracias actuales: huir del aquí y ahora y planificar las políticas públicas incorporando el análisis del impacto a largo plazo. Escribe el filósofo y politólogo británico, Roman Krznaric, en un reciente artículo que vivimos en una sociedad en la que el futuro es un «tiempo vacío», un territorio (hasta ahora) no reclamado que parece estar igualmente desprovisto de habitantes. ¿Hay alguien pensando en el largo plazo?

Imaginemos ahora, en un ejercicio de futurología, que Pedro Sánchez, si finalmente supera la sesión de investidura y es nombrado Presidente del Gobierno, decide incorporar un “Ministerio del Tiempo” en la nueva configuración de Gobierno y éste se integra en la estructura del nuevo Consejo de Ministros. El cometido principal de este Ministerio sería prever el futuro y anticipar el impacto que las medidas que promuevan cada uno de los demás Ministerios pueda tener en el largo plazo. Obviamente es un ejercicio de futurología que sería una experiencia pionera en España, y que puede adoptar muchas formas (y no necesariamente la de Ministerio), pero que ya tiene ejemplos parecidos en nuestro entorno: Gales estableció una Comisionada de Futuras Generaciones cuya misión era garantizar precisamente, que los organismos públicos de Gales que trabajan en áreas que van desde la protección del medio ambiente hasta los planes de empleo, tomasen decisiones de política con una perspectiva de al menos 30 años en el tiempo. En España o en Euskadi lo más parecido que tenemos son las Direcciones de Infancia encargadas de planificar e impulsar las políticas públicas dirigidas a infancia y familia, pero que prácticamente no tienen ninguna ascendencia sobre el resto de departamentos gubernamentales que con sus decisiones y políticas también impactan y mucho en las generaciones futuras. Por ejemplo, ¿hay alguien en la administración analizando claramente del impacto que tiene el actual sistema de pensiones en las generaciones futuras? 

Sabemos que estamos diciendo adiós a un modelo agotado y que se están abriendo nuevos horizontes en un mundo que nos enfrenta a las amenazas de la desigualdad y el cambio climático, y al reto del cambio tecnológico. Estos retos tienen que ser abordados y asumidos por alguien que ubicado en el presente, pueda analizar y medir el impacto de las decisiones en el futuro. 

Trabajar en contacto directo con la Administración y con el poder legislativo en procesos de cambio y de incidencia en políticas públicas, supone saber que los procesos de tomas de decisiones  y de cambios legislativos son lentos. Quien tiene que tomar las decisiones requiere de información objetiva, estudios y rigor que fundamenten las propuestas, y es en todos estos estudios y en todas estas propuestas donde se debe incorporar el impacto de las medidas en un espacio de tiempo que evite el cortoplacismo. Necesitamos organismos que trabajen en esta dirección para superar el sesgo del aquí y ahora en el que estamos inmersos y que no solo imaginen el futuro, si no que también lo diseñen, sólo así evitaremos hipotecar el futuro de las próximas generaciones.

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